(Jn 1,35-42) Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús: este es el camino

Pilar Algarate 14 de Enero de 2024

Primera lectura: 1 Sm 3, 3b-10.19; Salmo 39; Segunda lectura: 1 Co 6, 13c-15a; Evangelio: Jn 1, 35-42

Iniciamos el tiempo ordinario tras un periodo de grandes fiestas litúrgicas y encuentros familiares. El tiempo ordinario es en el que nos tomamos el pulso el día a día. "Vivir las cosas ordinarias de forma extraordinaria" es la clave de "éxito" en la vida, es la forma de permear la existencia de significado pleno.

Jesús no llama a sus discípulos en los espacios o tiempos sagrados, los llama en espacios y tiempos profanos, en la vida cotidiana, sin embargo, es no significa que la llamada de Jesús sea un hecho trivial. De hecho, la respuesta a la invitación supondrá un cambio radical en sus vidas. Esto nos exige estar atentos a su paso en nuestra vida. Allí donde menos lo esperemos se hace presente la llamada del Señor.

Palabras del papa Francisco

El relato del Evangelio indica las características esenciales del itinerario de fe. Hay un itinerario de fe, que es el itinerario de los discípulos de todos los tiempos, también del nuestro, a partir de la pregunta que Jesús dirige a los discípulos que, animados por Juan Bautista, comienzan a seguirle: “¿Qué buscáis?” (v.38). Es la misma pregunta que, en la mañana de Pascua, el Resucitado hará a María Magdalena: “Mujer, ¿a quién buscas?” (Jn 20, 15). Cada uno de nosotros, como ser humano, está en búsqueda: búsqueda de felicidad, búsqueda de amor, de una vida buena y plena. Dios Padre nos ha dado todo esto en su Hijo Jesús.

En esta búsqueda, es fundamental el papel de un verdadero testigo: de una persona que ha hecho antes el camino y ha encontrado al Señor. En el Evangelio, Juan Bautista es ese testigo. Por eso pudo orientar a sus discípulos hacia Jesús, que los involucra en una nueva experiencia diciendo: “Venid y veréis” (v. 39). Y aquellos dos no pudieron olvidar la belleza de este encuentro, hasta el punto que el Evangelista anota incluso la hora: “Eran alrededor de las cuatro de la tarde” (ibid). Solo un encuentro personal con Jesús genera un camino de fe y de discipulado. Podremos tener muchas experiencias, realizar muchas cosas, establecer relaciones con muchas personas, pero solo el encuentro con Jesús, en esa hora que Dios conoce, puede dar un sentido pleno a nuestra vida y hacer fecundos nuestros proyectos y nuestras iniciativas.

No es suficiente construirse una imagen de Dio basada sobre lo que hemos oído: es necesario ir en busca del Maestro Divino e ir adonde vive. La pregunta de los dos discípulos a Jesús, “¿Dónde vives?” (v.38) tiene un sentido espiritual fuerte: expresa el deseo de saber dónde vive el Maestro, para poder estar con Él. La vida de fe consiste en el deseo de estar con el Señor y en una búsqueda continua del lugar donde Él habita. Esto significa que estamos llamados a superar una religiosidad rutinaria y descontada, reavivando el encuentro con Jesús en la oración, en la meditación de la Palabra de Dios y frecuentando los sacramentos para estar con Él y dar fruto gracias a Él, a su ayuda, a su gracia.

Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús: este es el camino. 

(Ángelus, 14 de enero de 2018).

Preguntas para la reflexión

"¿Qué buscáis?"

- Hacemos un momento de silencio y dejamos que esta pregunta resuene en nuestro interior: "¿Qué buscas?". Queremos saber donde vives, Maestro, todos tenemos sed de la fuente de la vida, de vivir con sentido. Y Jesús responde: "Venid y veréis".

- "Tú tienes mucho que ver" dice el lema de Cáritas. Anotamos las ideas, frases, de las lecturas que nos ayudan a descubrir qué tenemos que ver, en la vida de cada día, en lo cotidiano, que es por donde Dios pasa hoy.

- Leer la oración "Implícame" y hacer eco en tu corazón.

IMPLÍCAME

Que no me acostumbre, Señor,  a ver personas sufriendo injusticia.

Que no me acostumbre  al dolor y necesidad de mi prójimo herido. 

Que el encuentro con él  sea un encuentro con alguien SAGRADO.

Que no me acostumbre a un mundo  donde unos tienen de sobra, y otros no tienen lo suficiente.   

Que no me acostumbre, Señor,  a las miradas tristes, perdidas, abatidas  de quienes puedan encontrarse a mi lado o a mi alcance. Que no me acostumbre, Padre,  a ver como normal al recién llegado  que cruza el mar para buscar una vida mejor

Que no me acostumbre, Padre, a ver sin dejarme afectar,  al que se ha quedado sin trabajo o sin hogar,  o sin esperanza, o sin ánimo,  o ha quedado abatido, o solo, o desamparado. 

Que no me acostumbre, Padre,  a volver a mi casa  y tener todo lo necesario para vivir, dándolo por supuesto, sin pensar que otros no son tan afortunados.

Pon ternura, Señor, en mi mirada,  y acogida sincera en mi mano que se tiende.

Pon misericordia en mi mente que hace juicios.

Pon escucha de corazón en mis oídos,  y sabiduría en mi hablar ante mi prójimo herido.

Implícame, Jesús, en la causa de los pobres,  de los excluidos, de los últimos,  de los olvidados, de los abatidos, de los que sufren… Implícame, en esta causa, que es la tuya.

Dame tu dolor y tu indignación frente a tanta pobreza, tanto sufrimiento y desolación.

Llévame, del amor de tu compasión al dolor, del dolor a la indignación, de la indignación a la acción y la denuncia.

Y haz de mí, quien tú esperas y sueñas…

SER TODO COMPASIÓN  como nuestro Padre del Cielo. 

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